Como es apenas obvio, el paulatino deterioro de la economía pereirana ha tenido dramáticos efectos sobre el empleo en la ciudad. Son varias las causas. El comercio con Ecuador y Venezuela está en niveles críticos, con graves perjuicios para la industria manufacturera local. Las ventas al detal presentan un gran descenso debido a la crisis económica, pero también porque los compradores de los municipios vecinos ya no vienen hasta la ciudad buscando el gancho de las grandes superficies que ya encuentran en Armenia y Manizales. Las inversiones públicas del gobierno central se han concentrado en Caldas y Quindío, en tanto que Risaralda apenas sí aparece en algunas partidas del presupuesto nacional. Las remesas provenientes de España y Estados Unidos, ingreso importante para las familias de cientos de migrantes, se han reducido por la fuerte depresión financiera y el paro laboral en esos países.
Estos acontecimientos explican en gran medida por qué Pereira, con un desempleo del 21,9%, está en peores condiciones que Quibdó (19,5%), Armenia (18,2%), Pasto (17,5%) y Popayán (17%). Pese a ello, la dirigencia de la ciudad no ha sido capaz de enfrentar el fenómeno de la desocupación con verdaderas acciones de choque. El Alcalde, los voceros gremiales y los líderes políticos se han quedado en la queja lastimera, a la espera de una respuesta compasiva del gobierno nacional que todavía no llega.
Un reciente sondeo de opinión del periódico La Tarde, realizado entre 425 personas, mostró que el 70% de ellas consideran que en Pereira no se están tomando las medidas necesarias para frenar el desempleo. Y tienen toda la razón. En las últimas dos semanas tuve la ocasión de estar en Bucaramanga e Ibagué y hablar con sus dirigentes locales. En ambas ciudades se percibe un ambiente de optimismo por la recuperación de sus economías, pero muy especialmente por estar alejados de la indignidad que representa liderar las tasas de desempleo en el país. Es claro que las dos capitales tienen unos alcaldes que se la han jugado a fondo con la inversión en obras de infraestructura. Además, dichos mandatarios están apostándole a proyectos productivos, nuevas inversiones de capital privado, oferta de créditos blandos de largo plazo y constantes ruedas de negocios con compradores nacionales e internacionales.
Es evidente que las fórmulas de solución están ahí. Lo que se requiere es voluntad política para hacer la tarea, decisión administrativa para liderarla y funcionarios calificados para ejecutarla. Pero también se necesita de un sector privado que no se esconda detrás de los escritorios y ponga la cara, no con declaraciones sino con acciones.
Estos acontecimientos explican en gran medida por qué Pereira, con un desempleo del 21,9%, está en peores condiciones que Quibdó (19,5%), Armenia (18,2%), Pasto (17,5%) y Popayán (17%). Pese a ello, la dirigencia de la ciudad no ha sido capaz de enfrentar el fenómeno de la desocupación con verdaderas acciones de choque. El Alcalde, los voceros gremiales y los líderes políticos se han quedado en la queja lastimera, a la espera de una respuesta compasiva del gobierno nacional que todavía no llega.
Un reciente sondeo de opinión del periódico La Tarde, realizado entre 425 personas, mostró que el 70% de ellas consideran que en Pereira no se están tomando las medidas necesarias para frenar el desempleo. Y tienen toda la razón. En las últimas dos semanas tuve la ocasión de estar en Bucaramanga e Ibagué y hablar con sus dirigentes locales. En ambas ciudades se percibe un ambiente de optimismo por la recuperación de sus economías, pero muy especialmente por estar alejados de la indignidad que representa liderar las tasas de desempleo en el país. Es claro que las dos capitales tienen unos alcaldes que se la han jugado a fondo con la inversión en obras de infraestructura. Además, dichos mandatarios están apostándole a proyectos productivos, nuevas inversiones de capital privado, oferta de créditos blandos de largo plazo y constantes ruedas de negocios con compradores nacionales e internacionales.
Es evidente que las fórmulas de solución están ahí. Lo que se requiere es voluntad política para hacer la tarea, decisión administrativa para liderarla y funcionarios calificados para ejecutarla. Pero también se necesita de un sector privado que no se esconda detrás de los escritorios y ponga la cara, no con declaraciones sino con acciones.
Por Humberto Tobón y Tobón
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